Jackson Guitar

jueves, 6 de agosto de 2015

El plaer de caminar.

Aquesta tarda he agafat una motxilla
amb una ampolla d'aigua,
la meua música i la meua cara mústiga
i he anat al bosc.

Sense un rumb fix he començat a caminar,
fixant-me en els arbres i els detalls de les fulles,
en els talls i perfils dels murs de pissarra
i en els colors que desprèn ma estimada naturalesa.

Havent pres el camí de Can Coll
vaig decidir investigar una mica,
endinsar-me en passatges que anaven enlloc,
i sentir-me cada cop una mica més lliure.

Hi ha rierols i petits estanys,
ponts fets de branques, amagatalls naturals,
potser em miraven uns ulls de bestiola
que de nit sortirà a buscar-se el menjar.

He vist troncs alçar-se fins al cel
i fulles i sorra vestir les arrels.
Tinc enveja dels esquirols i senglars,
tant de bo en sigués un si em pogués reencarnar.

Una cova m'anuncià el final,
ja era hora de tornar a casa,
li vaig donar un glop a l'ampolla
i amb el Sol a l'esquena vaig fer mitja volta.

Vaig arribar amb l'ampolla buida,
sense energia als meus dipòsits,
amb les cames feixugues
i ben esgotat,

però amb l'ànima ben plena,
sense la meua cara mústiga,
amb bons records
i ganes de tornar.

sábado, 1 de agosto de 2015

Depravación

Un día me desperté con un dolor de cabeza tan fuerte que no pude ni abrir los ojos instantáneamente, peor que cuando una noche te pasas con la bebida y te levantas con una resaca mortal. Lo extraño es que no me lo explicaba, no recordaba haber bebido nada aquella noche, ¡si me quedé en casa y a la una ya estaba en la cama! No sé, el caso es que en cuanto pude hacer algo a parte de cagarme en Dios me di cuenta que no estaba donde tenía que estar. Estaba en una habitación con paredes blancas y había una luz muy fría, así que era imposible que estuviese en casa. Entonces me entró miedo, muchísimo miedo, y me levanté de repente con los ojos abiertos como un búho con la esperanza de reconocer algo familiar.

Desde luego que lo encontré, pero de verlo en series policíacas. ¿Qué coño hacía en un calabozo de la comisaría con un guardia mirándome fijamente?

- Perdone, ¿qué hago aquí? -irremediablemente le pregunté, pues no sabía qué pintaba yo en ese sitio.
Al principio me miró algo sorprendido -no tanto como yo-, pero después de ver mi cara de total incredulidad me respondió.

- Está usted detenido por parricidio.

- ¿Que yo qué? No, no, no, oiga, en serio, no sé qué hago aquí.

- Vaya, otro que se hace pasar por inocente, ¡qué típico!

- Se lo digo de verdad, no sé por qué estoy encerrado en una celda.

- Bueno, pues ahora mismo me encargaré de que le trabaje un poco la memoria.

Estuve cosa de dos minutos solo, esperando a que el guardia volviera. En ese tiempo la cabeza me iba a mil por hora, buscando en todo registro de mi cerebro lo que hice aquella noche, pero nada, solamente recordaba el haberme ido a dormir, me sentía más impotente que nunca.

Transcurrido el par de minutos, el guardia volvió con el que tenía pinta de ser el inspector, quien me pasó un archivo por entre los barrotes.

- Soy el inspector Jaime Martínez, ése es el archivo de su caso, ábralo. -me dijo muy fríamente, me dejó perplejo por el aura de autoridad que desprendía. Lo abrí sin más dilación y encontré primero unas fotografías de mi mujer y mis dos hijos junto a cierta información. Pasé de página y...

- ¡Ah, joder! ¿Qué coño es esto? -parecían portadas de discos de goregrind, tripas fuera de su sitio, sangre, carne machacada, cráneos destrozados... Pero había una en especial que hizo que me diese un vuelco el corazón. Se me debió reflejar en la cara porque inmediatamente Jaime empezó a hablar.

- "Eso" de ahí es su familia, o al menos lo que quedó de ella.

- Qu... ¿Qué...? ¿Qué hago sentado en la mesa del comedor y...? ¿Qué es todo esto?

- ¿Prefiere que se lo cuente yo o que le enseñe el detallado documental que usted mismo grabó en el transcurso de la masacre?

Estaba atónito y sentía unas insufribles ganas de vomitar, además de no poder creerme lo que acababa de decir el inspector.

- Visto lo visto, lo mejor será que empiece. Esta madrugada, cosa de las 4:00 llegó usted con un USB, pintas de estar bajo los efectos de alguna sustancia estupefaciente y con la ropa completamente manchada de sangre, repitiendo una y otra vez que venía a entregarse por el asesinato de su mujer y sus dos hijos y que proporcionaría una confesión completa y detallada de lo ocurrido. Ante tal escenario, los recepcionistas me avisaron y le llevamos hasta la sala de interrogatorios. Allí nos dio el USB que llevaba, nos dijo que visualizáramos los vídeos que había grabado y mientras tanto nos contó lo que hizo. Creo que sería conveniente que usted mismo los viese.

- Esto es surrealista...

- Espero que le repulsa lo mismo que a nosotros, aunque en la grabación parece estar disfrutando de lo lindo.

No me quedaba otra que ver los supuestos vídeos que dijeron que grabé, la sola idea de haber ejecutado tal carnicería y de estar a punto de verla con mis propios ojos me hizo pensar inevitablemente que era un puto monstruo asqueroso, repulsivo y vomitivo, una aberración inhumana, despreciable y mísera, digna de que la apaleasen hasta desintegrar sus huesos, así que con mis esperanzas de que todo eso fuese una farsa por los suelos, me dispuse a ver las grabaciones junto a los agentes.

Empezó estando yo en pijama con cara de completo psicótico, creo que intentando colocar la cámara en la cinta que después me pondría en la cabeza, como solía hacer para que todo se viese mejor en primerísima persona -ese día no me alegré de mi costumbre-. Seguidamente fui a encender el estéreo y puse el Chapters of Repugnance de Defeated Sanity -qué oportuno- a un volumen elevado, pero sin riesgo de que la vecindad llegase a escucharlo. Entonces se despertó mi mujer, vino preguntando que qué hacía a esas horas poniendo música y vi cómo le daba un puñetazo que me dolió hasta a mí. Cuando se giró tenía la nariz y la boca sangrando, intentó inútilmente pegarme, la cogí del brazo, la estampé contra la pared y quedó completamente inconsciente.

Después de ver eso, de tener los huevos como corbata y los ojos como platos, vi cómo me dirigía a la habitación de mis hijos, les decía que se despertasen, que tenía que darles una sorpresa. Al principio, como era de esperar, se resistieron, pero conseguí que me siguieran hasta donde estaba su madre. Cuando la vieron estirada en el suelo con un charco de sangre alrededor de su cabeza y en una posición antinatural, empezaron a sollozar y a decir "mamá" muy bajito, como cuando estás a punto de llorar. Entonces les di un golpe en las cervicales a ambos y cayeron también inconscientes al lado de mi ya no-mujer.

- Oiga, señor, ya es suficiente, ya les creo, no quiero ver nada más.

- Va a verlo hasta el final, que sepa de la pasta que está hecho.

Luego los arrastré hasta el comedor como si de sacos se tratase, fui a la cocina a coger cubiertos y cuchillos que no habría llegado a usar ni tres veces en mi vida y volví con ellos. Me puse a hacer la mesa, saqué las copas y el cava que nos regalaron en nuestra boda y, después de anunciar "bon appétit!", empecé con la puesta en práctica de la brutalidad aberrante de la que luego salieron las fotos.

Tras una hora de una carnicería completamente anormal, bestial y depravada, me cambió el chip y empecé a demostrar una habilidad insólita con el juego de cuchillos, haciendo virguerías con estos y lo que ya no reconocía como mi familia.

De este episodio de sibaritismo salieron unos platos que perfectamente podrían haber sido los de un restaurante de cinco estrellas. Tras servir a los invitados la cata de sí mismos, fui a buscar el trípode, le acoplé la Canon y saqué la foto que tanto me había perturbado. Después de eso, me quité la cámara que llevaba en la cabeza, me enfoqué, dije "et c'est fini!" y sonreí.

Tanto la grabación como mi respiración se cortaron al unísono. Mientras Jaime y el guardia que le acompañaba sacaban el USB de su ordenador y recitaban de memoria el discurso que todos hemos oído en las series de televisión, yo miraba fijamente y perdido la pantalla, seguramente con cara inexpresiva, recordando la sonrisa que yo mismo me había dedicado y todas las imágenes macabras que había presenciado.

En esos momentos me sentí extraño.

- Ha pasado usted por un brote psicótico estando sonámbulo, se le llevará a un psiquiatra para que busque un método de prevenir futuros episodios como éste, pero no ponga esperanzas en salir de prisión en su vida.

Me sentí como que no debía pertenecer a este mundo.

- Con muchísima suerte, que de todos modos lo dudo, se llegará a un acuerdo si el psiquiatra ve que mejora muy favorablemente y quizá entonces le den la libertad condicional. Nos vemos en los juzgados.

Me sentí mejor que nunca.